jueves, 1 de julio de 2010

Inocencia.


Y ahora, que fácil era que él me robara el aire.
Digo, es dificíl, pero él llegó, y con la mano en la cintura se lo llevó.

Además de eso, puedo agregar que también se robo mis pensamientos de día y mis sueños de noche, y no conforme con eso también tomó mi rostro entre sus manos y me robó de la manera mas cínica un beso. Ajá, que gran ladrón...

Pocas personas lo hubieran entendido pero mi forma de ver las cosas era siempre de manera inocente. Pero esta vez había algo más. No era solo la manera en que se llevó todo, sino que sucumbió mi mundo, aterrizó en mis pestañas y me invitó a volar de su mano. Me llevo a recorrer caminos que mis ojos jamás habrían visto sin él, y me enseñó a escuchar lo que el mundo me gritaba. Además, usó mi cuerpo y encontró en mí muchas formas que yo jamás pude ver, cada atardecer me enseñaba la forma de hacer magia, y dulcemente besaba mis labios con tanta cautela como sus ansiosas manos le permitían.


Yo por mi parte, estaba entrando en un mundo extraño, pero agradable. Como esos dulces que al principio pican y tienen sabor ácido y despues pruebas el verdadero dulce en sí: una mezcla extraña entre dulce y placentero.
Estaba aprendiendo a lidiar con esto porque mis sentimientos jamás habían tenido tal magnitud. Y me dejaba envolver en sus palabras, en su voz tan lenta y suave, en sus labios sabor perdición que eran como una droga que me administraba lenta y desesperadamente al mismo tiempo. Y yo, en mi perdición, en mi locura, me dejaba envenenar por sus besos, que francamente me convertían en una adicta. Había leído eso, escuchado esa descripción muchas veces antes en libros de poemas y canciones de amor, pero la forma en que él me hizo conocerlo fue diferente.
No hubo estrellas sobre nuestro cielo... nuestro, porque el me lo regaló.
No hubo besos largos e ininterrumpidos, ni montones de flores, ni mucho menos canciones mientras nos bésabamos. Eso pasada en historias y cuentos, y en canciones y poemas.
Pintaba nuestro futuro con gises, y me sonrojaba cada vez que me decía lo que sentía... la forma en que me hacía sentir era como una princesa, pero la forma en que nos sentíamos el uno al otro era de adultos.
Y bueno, aún no quiero crecer... quiero quedarme estancada en esto que siento, y aunque no tengo seis años, sigo siendo infantil e inocente...
Y no quiero crecer... pero con él puedo ser quién soy... mis facetas son entendidas, y me ama, y me desea, y me entiende. Y yo lo sé.


Ya no jugaba con muñecas, ya no jugaba a la comidita, ahora jugaba a robarle besos y pasear de la mano...y todo esto sin crecer... Y después de todo, podría seguir siendo su niña, aunque después fuera su mujer.

Inocencia.


Y ahora, que fácil era que él me robara el aire.
Digo, es dificíl, pero él llegó, y con la mano en la cintura se lo llevó.

Además de eso, puedo agregar que también se robo mis pensamientos de día y mis sueños de noche, y no conforme con eso también tomó mi rostro entre sus manos y me robó de la manera mas cínica un beso. Ajá, que gran ladrón...

Pocas personas lo hubieran entendido pero mi forma de ver las cosas era siempre de manera inocente. Pero esta vez había algo más. No era solo la manera en que se llevó todo, sino que sucumbió mi mundo, aterrizó en mis pestañas y me invitó a volar de su mano. Me llevo a recorrer caminos que mis ojos jamás habrían visto sin él, y me enseñó a escuchar lo que el mundo me gritaba. Además, usó mi cuerpo y encontró en mí muchas formas que yo jamás pude ver, cada atardecer me enseñaba la forma de hacer magia, y dulcemente besaba mis labios con tanta cautela como sus ansiosas manos le permitían.


Yo por mi parte, estaba entrando en un mundo extraño, pero agradable. Como esos dulces que al principio pican y tienen sabor ácido y despues pruebas el verdadero dulce en sí: una mezcla extraña entre dulce y placentero.
Estaba aprendiendo a lidiar con esto porque mis sentimientos jamás habían tenido tal magnitud. Y me dejaba envolver en sus palabras, en su voz tan lenta y suave, en sus labios sabor perdición que eran como una droga que me administraba lenta y desesperadamente al mismo tiempo. Y yo, en mi perdición, en mi locura, me dejaba envenenar por sus besos, que francamente me convertían en una adicta. Había leído eso, escuchado esa descripción muchas veces antes en libros de poemas y canciones de amor, pero la forma en que él me hizo conocerlo fue diferente.
No hubo estrellas sobre nuestro cielo... nuestro, porque el me lo regaló.
No hubo besos largos e ininterrumpidos, ni montones de flores, ni mucho menos canciones mientras nos bésabamos. Eso pasada en historias y cuentos, y en canciones y poemas.
Pintaba nuestro futuro con gises, y me sonrojaba cada vez que me decía lo que sentía... la forma en que me hacía sentir era como una princesa, pero la forma en que nos sentíamos el uno al otro era de adultos.
Y bueno, aún no quiero crecer... quiero quedarme estancada en esto que siento, y aunque no tengo seis años, sigo siendo infantil e inocente...
Y no quiero crecer... pero con él puedo ser quién soy... mis facetas son entendidas, y me ama, y me desea, y me entiende. Y yo lo sé.


Ya no jugaba con muñecas, ya no jugaba a la comidita, ahora jugaba a robarle besos y pasear de la mano...y todo esto sin crecer... Y después de todo, podría seguir siendo su niña, aunque después fuera su mujer.