lunes, 3 de junio de 2013

I set fire to the rain.

Le prendí fuego a la lluvia y nos arrojé a las llamas, entonces sentí algo morir porque sabía que esa era la última vez. La última vez.
La última. Lo había hecho.
Di el tiro de gracia a la última hebra.
Estiramos tanto ésta cuerda, tanto que hoy nos esforzábamos por no soltar los restos de lo que en algún momento era una cuerda fuerte. Hoy no era nada más que hebras rotas.

Entonces lo hice. Di el tiro de gracia y nos vi morir. Vi como los dos tuvimos el mismo dolor, las mismas lágrimas, el mismo sufrir. Y eso es lo que esperaba. Ponerle sal a la herida para poderla sanar.
Nos arroje a las llamas.
Sentí el fuego quemándonos, sin soltar tu mano ni un solo momento. Los dos habíamos decidido seguir juntos, la decisión más patológica que jamás había tomado, ahí estaba; frente a mis ojos. 
Sentí como con mis manos atrapaba tu último suspiro, luego de morir calcinados ante la ira.

Y después de mucho nos vi volver.
Si el ave fénix lo hacía, ¿porqué nosotros no?

Ardió mientras lloraba porque la escuché gritar tu nombre.


domingo, 2 de junio de 2013

Everyone has a secret...

Lo había decidido.
Por sobre todas las cosas.
Sobre el futuro.
Sobre los planes.
Sobre el perfecto vestido blanco que usaría un año después.
Sobre la promesa del -sí, acepto.
Sobre lo que venía.
Sobre todo.

Lo había decidido.
Iba a hacer realidad una de esas locuras de las películas apasionadas y románticas.
Nunca había podido mantenerme firma a mis promesas: esas promesas que me hacía todo el tiempo.
Sabía en el fondo -si, lo sabía- que tu también lo sabías.
Que siempre lo supiste, que todo fue una mala broma.
Sabía que así debía ser desde el principio de los tiempos.

Y yo iba a hacerlo realidad.

Everyone has a secret but can they keep it? Oh no they can't.

Recuerdos.

¿Quién te dijo que yo no luché por ti? Que bajé los brazos dejando entrar el fracaso....

Mientras lo decía no había podido mirarlo a los ojos.
Le había mentido.

El no sabía, pero mi perfecto discurso fluido había sido ensayado mil veces frente al espejo.

Era tan convincente que por un momento dudé de mis verdaderos deseos.

-...Y así fue como lo decidí- Dije, mientras podía ver como se quebraba frente a mis ojos.
Era hasta cierto punto un dolor masoquista, que me dolía pero sentía que era justo.
Yo sólo quería devolverle el sabor que me provocó a mi también.


El ni siquiera me había considerado. Nunca. Jamás. Nunca jamás de los jamáces.

Y ahí estaba yo. Una pequeña mentirosa que había ideado un discurso tan pulcro que yo misma había creído. Me aferraba a esa idea cada noche. No lo deseaba, pero lo había decidido.
Nadie tenía porque saberlo, lo mejor de un secreto es saber guardarlo bien para que sea un secreto de verdad. Había decidido que así iba a ser hasta el final de mis días. Entonces entendería, el amor más real es aquel que permite ser feliz aun sabiendo que no iba a consumarse.

Todo ésto surgió dentro de mi cabeza en menos de un segundo. No hacía falta repetírmelo una vez más, lo hacía cada noche; incluso lo había hecho ésta mañana mientras me visualizaba de aquella manera.
De pronto volví mi mirada a la suya. Había lágrimas en sus ojos y pude ver y sentir cómo se rompía algo en su pecho.
Al mirar esa escena algo se rompió en mi también. No pude decirlo (ni admitirlo)  pero en mí también había lágrimas de tristeza. Esa noche en la penumbra yo lloraba por ésto. Porque era demasiado tarde, porque ni siquiera lo intentó. Porque yo podría serlo... Yo lo era... Yo lo sabía, pero jamás me ... 
Vale, éstas palabras estaban de más. Decidí dejar el asunto así nadamás. En cuanto me fue permitido decidí salir de ahí, ese lugar donde había desechado toda mi basura, para llenarme de más. Y así me sentí triunfadora, aun con esas lágrimas, aún con el dolor, sobre todo eso me sabía ganadora.
Después de todo, a veces ganar significa ser destruido.

I set fire to the rain.

Le prendí fuego a la lluvia y nos arrojé a las llamas, entonces sentí algo morir porque sabía que esa era la última vez. La última vez.
La última. Lo había hecho.
Di el tiro de gracia a la última hebra.
Estiramos tanto ésta cuerda, tanto que hoy nos esforzábamos por no soltar los restos de lo que en algún momento era una cuerda fuerte. Hoy no era nada más que hebras rotas.

Entonces lo hice. Di el tiro de gracia y nos vi morir. Vi como los dos tuvimos el mismo dolor, las mismas lágrimas, el mismo sufrir. Y eso es lo que esperaba. Ponerle sal a la herida para poderla sanar.
Nos arroje a las llamas.
Sentí el fuego quemándonos, sin soltar tu mano ni un solo momento. Los dos habíamos decidido seguir juntos, la decisión más patológica que jamás había tomado, ahí estaba; frente a mis ojos. 
Sentí como con mis manos atrapaba tu último suspiro, luego de morir calcinados ante la ira.

Y después de mucho nos vi volver.
Si el ave fénix lo hacía, ¿porqué nosotros no?

Ardió mientras lloraba porque la escuché gritar tu nombre.


Everyone has a secret...

Lo había decidido.
Por sobre todas las cosas.
Sobre el futuro.
Sobre los planes.
Sobre el perfecto vestido blanco que usaría un año después.
Sobre la promesa del -sí, acepto.
Sobre lo que venía.
Sobre todo.

Lo había decidido.
Iba a hacer realidad una de esas locuras de las películas apasionadas y románticas.
Nunca había podido mantenerme firma a mis promesas: esas promesas que me hacía todo el tiempo.
Sabía en el fondo -si, lo sabía- que tu también lo sabías.
Que siempre lo supiste, que todo fue una mala broma.
Sabía que así debía ser desde el principio de los tiempos.

Y yo iba a hacerlo realidad.

Everyone has a secret but can they keep it? Oh no they can't.

Recuerdos.

¿Quién te dijo que yo no luché por ti? Que bajé los brazos dejando entrar el fracaso....

Mientras lo decía no había podido mirarlo a los ojos.
Le había mentido.

El no sabía, pero mi perfecto discurso fluido había sido ensayado mil veces frente al espejo.

Era tan convincente que por un momento dudé de mis verdaderos deseos.

-...Y así fue como lo decidí- Dije, mientras podía ver como se quebraba frente a mis ojos.
Era hasta cierto punto un dolor masoquista, que me dolía pero sentía que era justo.
Yo sólo quería devolverle el sabor que me provocó a mi también.


El ni siquiera me había considerado. Nunca. Jamás. Nunca jamás de los jamáces.

Y ahí estaba yo. Una pequeña mentirosa que había ideado un discurso tan pulcro que yo misma había creído. Me aferraba a esa idea cada noche. No lo deseaba, pero lo había decidido.
Nadie tenía porque saberlo, lo mejor de un secreto es saber guardarlo bien para que sea un secreto de verdad. Había decidido que así iba a ser hasta el final de mis días. Entonces entendería, el amor más real es aquel que permite ser feliz aun sabiendo que no iba a consumarse.

Todo ésto surgió dentro de mi cabeza en menos de un segundo. No hacía falta repetírmelo una vez más, lo hacía cada noche; incluso lo había hecho ésta mañana mientras me visualizaba de aquella manera.
De pronto volví mi mirada a la suya. Había lágrimas en sus ojos y pude ver y sentir cómo se rompía algo en su pecho.
Al mirar esa escena algo se rompió en mi también. No pude decirlo (ni admitirlo)  pero en mí también había lágrimas de tristeza. Esa noche en la penumbra yo lloraba por ésto. Porque era demasiado tarde, porque ni siquiera lo intentó. Porque yo podría serlo... Yo lo era... Yo lo sabía, pero jamás me ... 
Vale, éstas palabras estaban de más. Decidí dejar el asunto así nadamás. En cuanto me fue permitido decidí salir de ahí, ese lugar donde había desechado toda mi basura, para llenarme de más. Y así me sentí triunfadora, aun con esas lágrimas, aún con el dolor, sobre todo eso me sabía ganadora.
Después de todo, a veces ganar significa ser destruido.