Apareciste de la nada, sin avisar. Apareciste en forma de notificación de redes sociales. Un buen día apareciste más allá. Con pláticas interminables, con café, con un aroma delicioso. Apareciste y me hiciste temblar hasta el apellido. Jamás había conocido alguien como tú. Sin darme cuenta, poco a poco quise más de ti. Yo, la que había prometido no buscar nada más.
De pronto me vi a mi misma extrañándote en ciudades hermosas, deseando ver todo tomada de tu mano. Me encontré a mi misma enviándote audios a la orilla de la playa, pidiéndote no alejarte demasiado, aún estando lejos.
Fuimos (por poco tiempo, gracias al cielo) la relación a distancia más bonita que jamás creí ver. Hasta que un día me dijiste que ya no querías estar lejos de mi. Volviste y con eso acabaste de robar mi corazón, aquel pedacito que protegía conmigo, para que Adie lo dañara.
Me has arreglado de mil formas, me has amado tanto hasta cerrar heridas que ni siquiera yo sabía que tenía. Y hoy, a once meses de casados, quiero que sepas que te amo y que siempre lo haré. Eres más de lo que siempre soñé.